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Por qué las economías regionales representan el futuro de la Argentina

 

Aunque el planeta crece y comercia menos, hay amplias posibilidades para este segmento. Análisis sector por sector.Por Dante Sica07 de Febrero 2018

Las economías regionales son la pieza medular para dinamizar el crecimiento económico, generar empleo y potenciar las exportaciones. La Argentina es uno de los pocos países en el mundo que produce más alimentos de los que requiere para satisfacer las necesidades de consumo de todos sus habitantes. Poner en valor las economías regionales implica estimular ese potencial y definir  una política estratégica que priorice el desarrollo industrial.

Estamos ante un mundo que ha perdido dinamismo y no volverá a exhibir las tasas de crecimiento anteriores a la crisis global. Su ritmo es pausado, con una mejora del 3,7% y un comercio internacional con una expansión que no alcanza el 4%, menos de la mitad que hace diez años. Además, posee varios factores de incertidumbre como los cambios climáticos, la existencia de reglas económicas y comerciales poco claras, la condiciones financieras restrictivas, los precios de commodities moderados y la mayor volatilidad. De todos modos, aunque el planeta crece y comercia menos, hay amplias posibilidades para las economías regionales, ya que la demanda de alimentos procesados aumentará fuertemente.

Se espera que a 2025, China incremente un 49,1% su demanda de leche; que India demande más de 39,7% de carne bovina y África, un 40% más de carne aviar.

El escenario local tampoco es sencillo para estas economías. Si bien es cierto que hubo cambios positivos, hay problemas estructurales que subsisten. La devaluación, la eliminación de retenciones a la exportación y los aumentos de reintegros a la exportación conviven con una alta presión tributaria, una infraestructura obsoleta y mercados concentrados.

Hay diferentes diagnósticos sobre la dinámica productiva y la competitividad en el interior de cada sector y es clave trabajar dentro de los eslabones. Por ejemplo, el limón es un sector exportador neto, no enfrenta problemas climáticos, es competitivo y tiene muchos destinos de exportación. En cambio, el vino tuvo una mala cosecha, se retrajeron las exportaciones y también el consumo, enfrenta un mercado segmentado, competencia importadora y necesita desarrollar un proceso de reconversión interno para mejorar su potencial exportador. Las peras y las manzanas están en emergencia con un productor que cobra precios bajos, escasa mecanización, alto descarte, bajos rendimientos, y que requiere iniciar un proceso de reconversión y agregado de valor para una demanda distinta del mercado internacional. El tabaco está en una situación crítica y con un consumo interno en descenso, debe orientar su reconversión hacia otras alternativas productivas.

Uno de los grandes desafíos en materia de alimentos es incrementar las exportaciones de productos procesados (golosinas, bebidas, preparados de fruta y carne), con mayor valor agregado y mejor precio relativo que las commodities. En comparación a países como Brasil y Australia, que también cuentan con gran disponibilidad de materias primas, la Argentina tiene un bajo porcentaje de exportaciones en alimentos de alto valor agregado.

Es importante que se logren desarrollar eslabonamientos que maximicen el agregado de valor, aprovechando las grandes ventajas naturales con las que contamos. Ello traerá aparejado no solo beneficios en término de ingreso de divisas, sino también en generación de empleo, y en definitiva, mayor riqueza.

Sin embargo, para arribar a buenos resultados existen desafíos que tanto el Gobierno como el sector empresario deben enfrentar. En primer lugar, el sector privado debe mejorar los niveles de productividad y eficiencia, por ejemplo, a través de la modernización tecnológica de sus procesos de elaboración. Por su parte, el Estado deberá atender debilidades en materia de competitividad sistémica, trabajando sobre ejes como la reducción de costos de transporte y una menor presión impositiva. A su vez, será clave la apertura de nuevos mercados de exportación y la consolidación de los actuales destinos, profundizando la inserción exportadora en países del Mercosur.

A su vez, hay que aumentar la inversión en infraestructura con un correlato directo en el precio y la calidad de servicios básicos que hacen a la competitividad global de la economía, se debe además establecer una agenda para alinear los costos laborales con el resto del mundo. Hoy parte del diferencial de costos está explicado por factores extra salariales.

Se debe desarrollar el mercado financiero: en la Argentina el crédito doméstico al sector privado es solo del 14%, cuando en Brasil representa casi el 70%. El tamaño del mercado de capitales es muy bajo en comparación con el nivel de desarrollo de la economía, incluso comparado con los demás países de la región. Y en este marco, otra asignatura pendiente clave es la inversión en investigación y desarrollo, que también está en niveles inferiores al promedio regional.

El sector público y el privado deben hacer coincidir las medidas de estabilización con políticas que impulsen la competitividad. En esa alquimia, el primer paso apunta a identificar y evaluar cuáles son las mayores trabas para el desarrollo de cada actividad o región. El segundo, organizar una agenda de trabajo que combine acciones para ser aplicadas en el corto plazo con otras que requerirán de mayor tiempo de implementación. Esta sinergia es la que permitirá multiplicar las exportaciones, crear empleo genuino y fomentar el desarrollo de las economías regionales.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


 

 

 

 

 

 

 

 


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