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Hechos y mitos sobre agricultura y medio ambiente

 

Cada niño brasileño debería aprender en la escuela desde temprano que su país ocupa una posición de gran visibilidad e influencia en dos sectores de importancia vital para el futuro de la humanidad: medio ambiente y seguridad alimentaria. Nuestras vidas son inevitablemente influenciadas por el hecho de que Brasil haya sido agraciado con la mayor extensión de bosques tropicales y con la mayor diversidad biológica del planeta, condiciones compartidas con la posición de gran productor y exportador de alimentos. En razón de la importancia de estos temas, nuestros educadores deberían buscar siempre ampliar la comprensión de sus alumnos acerca del papel de Brasil en el futuro de la seguridad alimentaria y ambiental de la humanidad.

La tarea no es nada fácil en esos tiempos en que la desinformación, los análisis rasos y los prejuicios se extienden con gran facilidad. A pesar de la extraordinaria trayectoria reciente de Brasil en la producción de alimentos, hay creciente diseminación de pesimismo y mitos, que inflaman los problemas y descalifican los avances que el país alcanzó en la agricultura y en la gestión de sus recursos naturales. Los ataques al país, perpetrados por brasileños y extranjeros son numerosos, constantes y multifacéticos. Y casi siempre injustos. En realidad estamos viviendo el riesgo de ver emerger una generación de brasileños que, en vez de sentirse orgullosos de las conquistas y de los activos valiosos que tenemos, adopten posiciones que priven a Brasil de beneficiarse de su singular posición de potencia ambiental y agroalimentaria. Todo brasileño necesita saber que nuestro país fue el único capaz de construir una osada política pública, el Código Forestal, que hizo obligatoria la conservación de bosques nativos y la protección de manantiales y márgenes de ríos en las propiedades privadas, lo que representa el 20.5% de toda la superficie del país.

Y todo maestro necesita informar con orgullo a sus alumnos que Brasil es de lejos la mayor potencia ambiental del planeta, y que ningún país llega cerca de su cobertura forestal nativa, que alcanza nada menos que el 66,3% de nuestro inmenso territorio, índice que llega al 80% en la Amazonia. Nuestros líderes necesitan llamar la atención y, soberanamente, cuestionar organizaciones y grupos que se dedican a atacar nuestra agricultura, gravándola de predatoria e insostenible. Los números genéricos, sin claro fundamento científico, son constantemente publicados como verdades absolutas, intentando comprobar que los agricultores desprecian el uso racional del agua y del suelo, exageran en el uso de defensivos y de energía y ponen en riesgo la salud de los consumidores.

Es común leer y escuchar afirmaciones genéricas de que la producción agrícola ocupa el 38% de los suelos y consume el 70% de las reservas de agua dulce del planeta, y que la ganadería es responsable del 14% de las emisiones de gases de efecto invernadero. Estas supuestas medias globales, de frágil comprobación, son replicadas al agotamiento y acaban asimiladas como "verdades". A lo que sucede, la agricultura dicha villana, ávida consumidora de tierras y de la mayoría de las reservas hídricas no existe en Brasil. Nuestro país produce todos sus cultivos y bosques plantados en un 10% del territorio y, a pesar de poseer el 12% de las reservas de agua dulce del planeta, su producción de alimentos depende prioritariamente de lluvias.

La mayoría de nuestras haciendas toma prestada de la naturaleza el agua de la lluvia, que iría a los ríos y océanos, y la devuelve limpia, con la evaporación, transpiración e infiltración en el suelo. Lo que debe preocupar a la sociedad es el impacto de la urbanización en la gestión de los recursos hídricos. Muchos de los que critican la agricultura descargan sin parcimia las aguas no tratadas en los ríos o se lavan los coches y las aceras con agua tratada. El cambio climático es otro tema frecuentemente usado para criticar a Brasil de forma injusta. Nuestros investigadores y productores construyen hoy la próxima revolución de la agropecuaria tropical, con sistemas integrados capaces de operar los 365 días del año, ciclando cultivos, pecuaria y bosque, en un modelo inédito de producción sostenible de baja emisión de carbono.

El ministro Blairo Maggi presentó durante un encuentro de 70 ministros de agricultura en Berlín en enero de 2018, proceso inédito de producción de carne carbón neutro, una respuesta concreta de Brasil a la cruzada global contra la ganadería bovina. Nuestro país ya es líder global en el uso de la siembra directa, de la fijación biológica del nitrógeno y de los sistemas integrados de producción, tecnologías que nos sitúan a la vanguardia del desarrollo de la agricultura de baja emisión de carbono. El desafío de la comunicación es inmenso en ese tiempo de información abundante, fluyendo por gran diversidad de medios.

Por eso, nuestros liderazgos necesitan ir al público de forma sistemática, sostenidos por datos y evidencias generados por la ciencia, para contraponer mitos y falacias construidos para implantar en los corazones y en las mentes de los brasileños la certeza de que sólo tenemos problemas. Medio ambiente y agricultura son sostenimientos para nuestro futuro, y es imperativo demostrar al mundo que Brasil está preparado para fortalecer y defender su posición de gran potencia ambiental y agroalimentaria.

 

 

FUENTE: por Mauricio Antonio Lopes – El presidente de Embrapa

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


 

 

 

 

 

 

 

 


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